domingo, 5 de mayo de 2013

ECONOMIA POLÍTICA DEL CRIMEN (o como el gobierno promueve la violencia en los barrios "en nombre del amor")



Este texto, subtitulado "Segunda Carta Pública a los ciudadanos Henrique Capriles Radonsky y Nicolás Maduro Moros", entonces candidatos presidenciales, fue publicado en el Diario La Voz en su edición correspondiente al domingo 7 de abril de 2013, una semana antes de las hoy impugnadas elecciones presidenciales.  Ante las irrespetuosas alusiones hechas el pasado viernes 3 de mayo por el Sr. Maduro Moros sobre el tema de la violencia y los barrios hemos creido útil colocar este texto en el blog, pues da indicios de una verdad clara:  No es que "en el barrio se aprende violencia", como sugiere Maduro Moros.  En realidad, es la ausencia de políticas públicas acertadas y la ejecución de políticas públicas erradas por parte del gobierno lo que ha convertido a nuestros barrios, que antes eran espacios de esperanza y transición, en lo que son hoy: Espacios de violencia, estancamiento y desesperación.

Ya el pasado domingo 31 de marzo planteamos a los candidatos presidenciales uno conjunto de inquietudes, interrogantes y propuestas sobre el tema de la vivienda en los sectores populares. En esta misiva abordaremos dos aspectos que, como el anterior, también consideramos cruciales: el empleo y la seguridad en esas 170 mil hectáreas que en nuestro país ocupan los barrios populares, espacios donde residen aproximadamente 16,2 millones de compatriotas.

EL EMPLEO Y LOS "CIRCUITOS DE SOBREVIVENCIA" ASOCIADOS AL DELITO

Muchísimos investigadores y especialistas, de distintas orientaciones ideológicas y diversas tendencias políticas, se han empeñado en explicar que no existe correspondencia directa entre "pobreza" y "delito". Son muchas las ocasiones en que hemos escuchado explicaciones como esta: "La India es el país con más pobres en el mundo, pero no es el país con más alta criminalidad", como supuesta prueba de que la pobreza no es en sí misma criminógena, es decir, generadora de transgresores.

Sin embargo, esa es sólo la superficie del asunto. La verdad nuestra, la verdad venezolana, es que ocho décadas de cultura petrolera ha determinado que en nuestro país eso que los sociólogos llaman el "aspiracional" de la mayoría de los venezolanos sea de clase media, independientemente de su real nivel de ingreso. Dicho de otra manera, el venezolano (aunque sea pobre o incluso muy pobre) siempre aspira a vivir mejor. Y ese "vivir mejor" se expresa en el deseo de tener acceso a los bienes de consumo, físicos y culturales, generalmente asociados al nivel de ingresos de la clase media.

Para lograr eso, los venezolanos (incluso los pobres) solían tener dos palancas o puntos de apoyo: el empleo generado por el sector privado (generalmente bien remunerado) o el empleo en el sector público (usualmente no tan bien remunerado, pero que solía ser estable y con prestaciones). Pero en los últimos 30 años, desde el Viernes Negro de 1983, y con irónica ferocidad en los últimos 14 años, desde el acceso al poder del Presidente Chávez, esa realidad cambió. Y cambió para mal.

LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL CRIMEN

En efecto, el empleo privado ha venido disminuyendo, de manera sostenida. La inestabilidad política, las tensiones sociales y la inseguridad jurídica fueron obligando a las empresas privadas primero a reducir sus inversiones, y luego incluso a cerrar sus puertas o mudarse de país. En los últimos 14 años esos problemas han recrudecido, y han surgido otros: las expropiaciones, la dificultad para acceder a las divisas para adquirir equipos o materia prima y para repatriar ganancias han logrado el "éxito" de convertir en galpones desiertos lo que antes eran fuentes de trabajo de calidad. Mientras, el empleo público dejó de ser, en rigor, "empleo" y paso a ser eso que los venezolanos llamamos "resuelve": trabajo precario, a destajo, mal pagado, inestable. "Pan para hoy y hambre para mañana"...

Ante la desaparición del empleo privado y la precarizacion del empleo público, se ha incrementado la importancia relativa de los llamados "circuitos de sobrevivencia asociados al delito" como mecanismos o estrategias que permitan al habitante de los sectores populares e incluso de la clase media tener acceso efectivo a los bienes y servicios a los que aspira. No se trata de que masivamente los venezolanos "se estén volviendo criminales". Se trata en realidad de que al cerrarse al venezolano las vías legítimas para tener acceso a la calidad de vida a que se aspira, la sociedad en su conjunto se hace más "tolerante" ante prácticas -desde la corrupción administrativa hasta el más simple pillaje- que antes hubieran sido universalmente condenadas, por aquellos venezolanos que consideraban motivo de orgullo el ser "pobres pero honrados".

ENFRENTEMOS, RESOLVAMOS, CONSTRUYAMOS

Sabemos que el tema es duro, pero no abordarlo tienes consecuencias más duras aún: el deterioro del empleo en particular (tanto público como privado) y de la cultura del trabajo en general son causas efectivas y eficientes del auge del delito y de la cultura de la muerte. Esa es una verdad que afecta, si, a todos los venezolanos, pero que agrede con saña particular a los que menos tienen. ¿Qué pueden decirnos al respecto nuestro amigo Henrique Capriles o el señor Nicolás Maduro?

 


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