domingo, 25 de junio de 2017

LA CRISIS... ¡DESDE LAS VÍCTIMAS! (A Pompeyo Márquez y su eterna lucha por la libertad)

 
Los actores políticos suelen querer "victorias".  Los ciudadanos de a pie suelen exigir soluciones. No siempre el esfuerzo de los menos por lograr triunfos está conectado con la necesidad de los más por encontrar alivio. Por eso el análisis de la actual crisis nacional llega a conclusiones tan distintas cuando se hace no desde la óptica de los bandos en pugna, sino desde el dolor de la gente.

 
Para la inmensa mayoría de los venezolanos, las explicaciones del régimen sobre causas y culpables de la crisis no son creíbles. Sobre este punto coinciden ampliamente la calle y los sondeos de opinión: La "guerra económica" es una tesis que el país jamás compró, y la masiva desaprobación de Maduro es un indicador claro de a quién el país considera culpable del desastre. La razón de esto es sencilla: Es muy difícil, hasta para el chavista que más idolatre la memoria de su líder fallecido, darle crédito a la palabra de un burócrata que le exige "lealtad", "disciplina" y sobre todo "paciencia"... mientras exhibe obscenamente su riqueza mal habida. 

 
Para Maduro el problema es cómo sobrevivir aferrado al poder la mayor cantidad de tiempo posible, sea al precio que sea -con tal de que ese precio lo paguen otros-.  Para el ciudadano de a pie, incluyendo a los chavistas, el problema es que mientras Maduro este en el poder el país no tendrá confianza, ni trabajo, ni seguridad. "Una contradicción antagónica", como dirían los viejos comunistas.

 
Pero Maduro quiere "su" victoria. Quiere imponer su constituyente, esa parodia que -al violar el principio democrático universal "un ciudadano, un voto" y al violentar groseramente el principio constitucional de la representación proporcional- se condenó a sí misma a la ilegitimidad absoluta. En el supuesto negado de que el madurismo consiga esa victoria, las soluciones que reclama el pueblo llano no llegarán, porque lograrlas implica una capacidad técnica, una calidad política y una honestidad administrativa que el madurismo ni posee ni puede improvisar. La crisis le estallaría en la cara, como ocurrió el pasado 17 de diciembre de 2016 por el absurdo retiro del billete de a cien, pero esta vez el estallido estaría referido a la debacle económica y social que se producirá cuando en pocos meses ese régimen tenga que escoger entre caer en default o reducir casi a cero las importaciones, opciones ambas catastróficas para el pueblo llano. Y en ese escenario el madurismo no podría evadir su responsabilidad o "repartir culpas", porque se encontraría en la soledad de un supraconstitucional poder absoluto...

 
Dicho en pocas palabras, en el supuesto negado de que el madurismo logre en 40 días la victoria que quiere, muy probablemente tendrá en 130 días el colapso que merece. 

Esta conclusión sobre lo improbable e indeseable de una hipotética victoria madurista quizá haga sonreír de satisfacción a más de un opositor. Pero antes  que empiece el triunfalismo, es prudente que se tomen en cuenta algunos asuntos por resolver.

Ciertamente, el hecho de que la determinante mayoría del país ubique a Maduro, a su régimen y a su proyecto político como los culpables directos del hambre, la violencia y la muerte, convierte a la oposición en convocante eficiente de las protestas de calle y en favorito obvio de los sondeos de opinión. Pero transformar la opción de poder en poder efectivo pasa por lograr la victoria, poder defenderla y saber ejercerla. Y esto a su vez depende de que la victoria opositora no sea una versión amarilla, anaranjada, azul o blanca del concepto chavista del triunfo político. 

 
En efecto, la pretensión de "ganar al estilo Chavez" (el ganador se lo lleva todo, el juego "suma cero") no es exclusiva de Maduro y su constituyente inconstitucional. La también inconstitucional idea de las "elecciones generales" esconde esa misma ambición rojiza: Si bien ya casi todos los venezolanos estamos de acuerdo en que el régimen que padecemos es alguna variante de dictadura, esta dictadura sería una modalidad bien peculiar si llegara a aceptar, por mera presión social, la realización de 335 elecciones municipales, 24 elecciones regionales y una elección nacional, comicios que en el escenario actual perderían -casi todos- por paliza. 

Más difícil que lograr una "victoria" opositora en esos términos sería construir, a partir de un "triunfo" así obtenido, la gobernabilidad indispensable para reconstruir la economía, la convivencia y la institucionalidad de esta Venezuela devastada por 18 años de sectarismo pugnaz y saqueo masivo.  En el supuesto poco probable de que la oposición acceda al poder mediante el simple aplastamiento electoral de su adversario ("elecciones generales"), construir las soluciones que el pueblo requiere con urgencia se dificultaría gravemente, pues para sacar adelante este país hace falta hacer una excelente gestión de gobierno, y para ello es indispensable tener un marco de estabilidad política, seguridad jurídica, confianza económica y paz social, algo difícil de alcanzar si no se entiende que una cosa es desalojar al madurismo del poder y otra muy distinta es pretender gobernar con todo el chavismo en beligerante oposición.

 
Como reiteradamente ha advertido el Padre Luis Ugalde, si la oposición gana pero el nuevo poder no tiene la base de apoyo necesaria y el plan que haga posible ese apoyo, "ese nuevo gobierno no duraría ni tres meses". 

 
Para pasar de la actual confrontación a la estabilidad necesaria para reconstruir  hay que tener un gobierno respaldado por sólidas alianzas en lo político, si, pero también en lo económico, lo social y lo militar.  Y una realidad así no nace de ganar un "juego suma cero", sino de una transición que incorpore al proceso democratizador (no necesariamente al gobierno, pero si al pacto político de estabilización del país) a todos los factores indispensables, algunos de los cuales están hoy vinculados a la órbita del régimen decadente. Como se ve, entonces, el "como" se llegue a la victoria y la forma en que esa victoria se ejerza son fundamentales para que la nueva realidad sea políticamente viable y socialmente sostenible.



Procesar la crisis desde las necesidades y urgencias de las víctimas, desde el dolor de los pobres de siempre y desde la rabia de los empobrecidos de ahora, nos lleva entonces a conclusiones distintas a las de los actores políticos tradicionales: Maduro solo quiere atornillarse en el mando, y en la acera de enfrente algunos sólo muestran impaciencia por sustituirlo. Pero el país no sólo necesita otro gobierno, sino además que ese gobierno sea, de verdad, distinto. No basta con vencer al madurismo: Además hay que vencer la forma madurista de hacer política, el "juego suma cero".  Para eso hay que vencer la constituyente fascista y superar la "épica".... para eso hay que construir la transición. 

¡Palante!




3 comentarios:

  1. Estimado, un analisis impecable e inteligente. A pesar de toda la rabia e indignación acumulada, ese es nuestro trabajo de ahora en adelante para alcanzar la reconstruccion que necesitamos. Una transición incluyente !

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  2. Impecable y apocalíptico análisis escrito por quien fue el líder de la MUD durante un buen tiempo. Venezuela está en manos de la ignorancia socialista de Maduro y del egoísmo opositor de actores políticos que más bien parecen actores de un reality Show. Apoyo la tesis del padre Ugalde, después de Maduro sin orden político y social, con la infinita deuda, con el éxodo de capital humano y la falta de presupuesto se necesitará de líder inteligente y carismático que alimente las carencias del pueblo con palabras que motiven al pueblo a cambiar la fiesta y la caña por trabajo y más trabajo. @ronaldrueda

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  3. Querido Chuo has hecho un análisis impecable, en el que creo porque no podemos darnos el lujo de quítate tu pa' ponerme yo. Tu labor didáctica en ese sentido es muy valiosa. Gracias a ella muchos estamos comprendiendo qué es la transición y cómo asumirla. Gracias, que Dios te bendiga siempre.

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